Se acuesta en la hamaca de la casa de campo de Antonio y cruza sus brazos detrás de su nuca, a falta de almohada. Se acomoda, estira sus pies para relajarse, cruza las piernas. Sólo entonces cierra los ojos y se deja embriagar por el aroma natural de los cultivos de tomate, que tanto ama.
Entonces la remembranza comienza, aunque no quiera. Es que
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